jueves, 23 de diciembre de 2010

Noche de perros.

Noche neblina y fría de invierno asfixiante,
póstumo del día, altar de estrellas,
caja de sueños rotos y aún por romper,
de borrachos de amor y de odio; que viene a ser lo mismo,
parda como tal gato del tejado de enfrente, de perros,
manto de un mundo durmiente sin despertador,
de lobos aulladores de lunas llenas, enormes y blancas,
indiferente para las venas de aquellos bizarros del placer,
de muerte y de muertos vivientes con trajes y bodas,
de humedad vaginal, de vestidos apretados y de erecciones,
de envidia transparente y ébria de maldiciones,
libre de nubes y no de murciélagos chupa-ruidos,
de pistolas, gatillos, cabezas y sesos.

Oh noche, ven a mi que voy a pasarme aullándote hasta que no tenga voz, no tenga vida a la que aferrarme, no tenga amor ninguno que me queme las entrañas y algo más...

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