martes, 30 de noviembre de 2010

No soy solidario, pero no soy borde con las feas.

Bebo té, escucho jazz; concretamente a Chet Baker "Original jazz sounds In NY", y escribo. A fuera llueve y yo escribo sobre la lluvia. Las lágrimas del mundo. Pero no todas las lágrimas son en vano, ni son tristes. Unas son más bien dulces y otras más bien saladas, luego están las amargas; las que no quiere nadie, esas son las tristes. Pero aquí el mundo no parece estar triste porque la gente viva sus vidas ignorantes, triviales y monótonas. Eso es algo menor, esas gente vivirán algunos años y luego morirán después de haber vivido una vida media llena de nada. Etiopía, Chernobyl, Hiroshima... Allí llueve ácido y se respira azufre entre otros maravillosos aromas. Allí sí está triste el mundo y llora y quema. La tristeza te quema a ti y a los demás que no tienen culpa. Eso no es el infierno; allí sólo hay sexo, drogas y rock'n'roll, ni tampoco el cielo; ¿qué habrá allí?, el el purgatorio. Donde las almas se queman en una sutil sinfonía de saxofón.

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